(breves notas sobre un asesor político llamado Mauricio de Vengoechea)
Joan Jiménez, 24 de mayo del 2024
En el complejo e incierto mundo de la estrategia política constituye ya un axioma aquello de que “la oposición no gana elecciones, sino que los gobiernos las pierden”1. Casualmente ha sido el propio Mauricio De Vengoechea, principal estratega y asesor del presidente Abinader, quien más ha popularizado esa interesante observación, al citarla enfáticamente en varios foros especializados, así como en algunas entrevistas.
Dentro del marco del análisis del recién finalizado proceso electoral dominicano no puede ser más apropiada la casualidad de asociar a Mauricio De Vengoechea con la dificilísima tarea de un gobierno de irle mostrando al público elector sus mejores galas al mismo tiempo en que le esconde los inevitables trapos sucios que genera el ejercicio del poder, precisamente porque si alguien jugó ese rol para el gobierno del presidente Abinader fue indiscutiblemente ese asesor colombiano, quien para mí acaba de consolidarse como el más cabal, certero y exitoso asesor político latinoamericano.
No es mi intención, por tanto, utilizar este artículo para exponer las municiones de las que se vale De Vengoechea para derrotar las líneas enemigas -además de que sería muy pretensioso de mi parte conocerlas todas, y a profundidad-, sino mi manera de rendirle un humilde tributo al oficio y a un consagrado maestro de la comunicación y la estrategia política, quien por demás se convirtió en compatriota nuestro, al nacionalizarse dominicano. Y me parece importante empezar a radiografiar el accionar político del principal artífice del segundo triunfo consecutivo del PRM por ese último punto, ya que el hecho de que De Vengoechea se hiciera dominicano no hace más que demostrar la seriedad con la que él ha asumido este mercado, el cual conoce desde el 20032.
A mi juicio, el escollo que representa para un asesor extranjero brindar una asesoría eficaz en el psicodélico mundo político dominicano sólo puede superarse con un conocimiento pleno de la peculiar idiosincrasia del alma nacional, y 20 años inmerso en la política criolla, como los que tiene ya De Vengoechea en el país, me parece una ventaja competitiva invaluable, suficientes para entender la enigmática mentalidad electoral del dominicano.
Conocer al elector dominicano como lo conoce Mauricio de Vengoechea (en lo adelante, Devengo) evita, por ejemplo, realizar una ridícula intervención de última hora como la ideada y protagonizada por el otrora zar de la asesoría política Dick Morris3, quien al APARECER, de súbito, en un escenario improvisado ofreciendo los datos de una encuesta hecha por él mismo, no hizo más que demostrarle al elector dominicano, un elector ligero para especular y en extremo desconfiado4, que los datos ofrecidos por Gallup, Mark Penn/Stagwell y Greenberg no habían sido manipulados por los poderosos tentáculos del gobierno (como siempre se sospecha en RD a pesar de los continuos aciertos de esas firmas encuestadoras), sino que estaban mostrando la realidad de lo que podía pasar en las elecciones de mayo del 2024, ya que el dominicano asocia las actuaciones aisladas de última hora con actos desesperados de campaña perpetrados por “el que va a perder”, por demás señal importantísima esperada por un segmento para nada despreciable del electorado5.
Conocer adecuadamente el terreno en el que se librará una batalla electoral es la primera premisa de la guerra del marketing político, cosa que Devengo conoce demasiado bien y como ningún otro asesor extranjero, no sólo por los años que ya tiene incidiendo en RD, sino también porque ha tenido la oportunidad de aprehenderlo desde la perspectiva del PLD, primero (asesorando al Presidente Fernández), y luego desde la perspectiva del PRM, coincidencialmente los dos litorales políticos antagónicos y complementarios de la política criolla.
Finalmente, para concluir con la primera aproximación que hemos hecho sobre el rol de Devengo en la campaña electoral menos competitiva que recuerde RD (básicamente debido al efecto neutralizador del Método Vengoechea, que es como le llamo al esquema de estrategias con el que se derrotó apabullantemente a la oposición, y del cual expondré más adelante sólo sus rasgos más visibles), me parece importante agregar que si bien el Método Vengoechea se vislumbra como un arma indestructible, creo que la incorporación al mismo
de los datos e insumos que le aportará la cada vez mayor experiencia en terreno al equipo de trabajo de Devengo le hará fortalecerlo y “perfeccionarlo”, pero ello lejos de convertirlo en una lámpara de Aladino que torne invencible al candidato que su equipo asesore, puede peligrosamente erigirse como un Talón de Aquiles perseguido continuamente por una espada de Damocles empuñada por un equipo de asesores rivales, porque a quien conoce el arma del enemigo, y sus planes de ataque, sólo la providencia puede negarle la victoria, y yo no creo – como Raful el padre de Faride-, en el azar como categoría histórica. No obstante ello, tengo la ligera sospecha de que ni siquiera el desvelamiento y posterior descuartización de algunas de las más letales herramientas de control electoral ideadas y utilizadas por Devengo podrán detener la agresiva embestida comunicacional del próximo cuatrenio presidencial -de cuyo éxito dependerá el futuro electoral del candidato que nomine el partido de gobierno-, por la sencilla razón de que los políticos dominicanos aún no se han enterado de que las elecciones se ganan al día siguiente de las votaciones, a pesar de que esa expresión sí constituye una sentencia política de carácter axiológico6.
Paso ahora, sin más, a dilucidar cautelosamente en qué consiste el Método Vengoechea, cuyos pilares vislumbro como el refinamiento y la aplicación inteligente y vedada de dos herramientas clásicas de la comunicación política estratégica (mitigación y distracción), pero con una tercera asaz arriesgada, reveladora de la extrema autoconfianza que ha desarrollado en sus capacidades el experimentado asesor dominico-colombiano.
Empecemos por la mitigación vengoecheana. El manejo de crisis es, quizás, la labor más delicada y preponderante de un asesor presidencial, en parte porque las crisis son consustanciales a todo gobierno, porque por definición se manifiestan de manera intempestiva y arrolladora (activando las alarmas del miedo y la desesperación, fértil terreno del que brotan los más incalificables errores) y finalmente porque pueden dar al traste con el gobierno mismo, aplastando incluso para siempre a la figura presidencial. Y resulta que esa es precisamente la especialidad de Devengo, a quien su participación desde el palco presidencial en algunas de las crisis políticas más memorables del continente americano le han hecho un verdadero experto en la materia7, hasta el grado de haber demostrado en la práctica que lo más importante de cualquier crisis es prevenirla, pilar fundamental de su maquinaria de guerra electoral: la mitigación anticipada.
Poner la lupa de manera retroactiva en la parte visible8 del gobierno de Abinader nos hace concluir que su presidencia NO enfrentó crisis de envergadura, a excepción de la crisis que se derivó de las víctimas aplastadas y ahogadas por efecto de las lluvias de noviembre del 2023, la cual Devengo solventó relativamente fácil y rápido, derivando la culpa del suceso hacia el candidato opositor (a fin de cuentas el túnel asesino lo construyó Leonel Fernández), resaltando la preponderancia en el suceso de variables incontrolables (cambio climático), inmovilizando el ataque opositor a través del chantaje emocional, difundido por figuras de renombre (los dominicanos no hacemos política con el dolor ajeno/ lo importante ahora es solidarizarse con las víctimas), y activando todos los resortes de su novedosa y alofokeada maquinaria de distracción (de lo cual hablaremos en la segunda parte de este trabajo).
Si bien el abordaje dado por Devengo a la crisis acuática de noviembre tiene ribetes clásicos, el sello del Método Vengoechea en la manera en que ella se enfrentó se aprecia no sólo en el disparo simultáneo de todo su arsenal de mitigación, sino en la transferencia de la crisis hacia su principal opositor (Leonel Fernández), a quien ocupó en ella una buena cantidad de días, haciéndolo emplear tiempo y recursos en un tema al que Devengo logró darle la vuelta y pasar de acusado a acusador, provocando que la oposición en vez de asirse a ese maná literalmente caído del cielo, optara por eludirlo y pasar rápido de él.
Pero yo no estoy hablando de herramientas de mitigación propiamente dichas, las cuales ya son más o menos conocidas, sino de que el Método Vengoechea le ha incorporado la variable de la anticipación y las ha hecho más certeras, paradójicamente para evitar tener que utilizarlas. Aun a riesgo de cruzar los límites de la prudencia cito como caso paradigmático la brillante atenuación de la participación comunicacional de la primera dama de la República, Doña Raquel Arbaje, quien al estar dotada de una energía, gracia, simpatía, proactividad y cercanía sin igual, podía sobreexponer y sonrojar la imagen del presidente, y eso es peligrosísimo en el ambiente electoral dominicano. Encausar los notables atributos de la primera dama, por consiguiente, lo catalogo como una obra maestra de la asesoría política al presidente Abinader, no sólo por los beneficios que le aportó a su gobierno y a su campaña lo bien y adecuado que ella jugó el rol que se le asignó jugar, sino porque mitigó anticipadamente una de las crisis más difíciles de sortear a la que eventualmente pudo enfrentarse el presidente Abinader.
Fuera del palacio y de la lógica y correctísima decisión de excluir a tiempo a Lisandro Macarulla del Ministerio de la Presidencia9, la jugada maestra de la anticipación estuvo relacionada con el desarme prematuro del enemigo más peligroso del presidente Abinader, que no era, como podía creerse superficialmente, el presidente Fernández, sino el enigmático y tristemente célebre Abel Martínez, cuya imagen deconstruida arrojaba un potencial enorme para explotar ventajosamente el tema haitiano y el tema de la inseguridad ciudadana, dos temas capitales para el elector dominicano y cuyo manejo efectivo o ineficaz puede poner o quitar presidentes.
¿Se debió al azar, o a la negligencia, el craso error de Abel Martínez de no enarbolar inteligentemente el discurso nacionalista que le imponía naturalmente el contexto político en el que él surgió como candidato, e incluso su propio contexto personal? No me desviaré explicando la ingenuidad de los que correlacionan los sostenidos fracasos electorales de Los Vincho con el supuesto sobredimensionamiento de la incidencia electoral del tema haitiano en RD, sino que me limitaré a decir que tiene más relevancia de lo que a veces se piensa y que precisamente por eso el Método Vengoechea predijo que Abel iba a ser el candidato presidencial del PLD, y cuando éste último salió a la luz pública para iniciar su carrera por la presidencia, ya las banderas dominicanas con las cuales él debía forjar su campaña estaban en las previsoras manos del presidente Abinader, quien ya había provocado todo un revuelo “nacionalista” en torno a la operación de falsa bandera relacionada con las sanciones que le impuso USA al Central Romana, e incluso ya había tenido lugar la multitudinaria marcha patriótica artificial que diseñó y patrocinó su gobierno, en la cual participaron importantes figuras políticas y sociales del país, y que partió precisa y “casualmente” desde el Monumento de Santiago hasta el parque Duarte de esa ciudad10. En otras palabras: el presidente Abinader le arrebató a Abel Martínez, antes de él poder enarbolarla, la única bandera a la que ese candidato podía aferrarse favorablemente (la bandera nacional)11, destruyendo así, gracias a la mitigación anticipada de Devengo, el misil más peligroso que podía lanzársele al gobierno y al presidente Abinader12. Quisiera finalizar esta autolimitada primera parte resumiendo la idea anterior de la manera más coloquial y dominicana posible: la superioridad estratégica de los asesores del gobierno sencillamente le mató el gallo en la funda al mal asesorado candidato del PLD, quizás para siempre.
1 Si bien parece haber un consenso general sobre la validez de esa tesis yo albergo serias dudas sobre su carácter irrefutable, por lo que no comparto la tendencia actual de atribuirle una dimensión axiológica.
2 Hasta donde sabemos, Mauricio de Vengoechea inició sus consultorías políticas en RD asesorando al presidente Leonel Fernández, a partir de la campaña que culminó en el 2004.
3 Dick Morris creó fama en el mundo de la política por haber sido asesor de Bill Clinton, durante el auge de la carrera política de ese exitoso presidente norteamericano, y fue tan deslumbrante su aureola de asesor que incluso fue contratado en RD, por una suma exorbitante, por un candidato presidencial (Eduardo Estrella, 2003).
4 No en balde el Dr. Antonio Zaglul, fino fotógrafo del alma nacional, aseveró que el dominicano “era chivo”. En Psicología del elector dominicano, trabajo en preparación, abundaré más sobre esa peculiar característica del elector dominicano.
5 Una variante “del efecto cola” al que se ha referido en varias ocasiones el versado político y estratega de campaña peledeísta Francisco Javier García.
6 Además de ello, a los políticos criollos les cuesta contratar asesores dominicanos, más por efecto del “Complejo de Guacanagarix” que por falta de competencia del talento local.
7 Ver “7 herramientas para apagar una crisis de gobierno”, Mauricio De Vengoechea, Ed. Lemoine, Colombia, 2008.
8 Hablo “de parte visible” porque suele suceder que el público no llegue a enterarse o a sospechar de la existencia de crisis o conatos de ellas que se dan en el seno de los gobiernos, las cuales muchas veces son, aunque desconocidas, realmente graves. La famosa expresión que popularizó el maestro de la política dominicana aplica aquí como anillo al dedo: “en política hay cosas que se ven y otras que no se ven, y las que no se ven son más importantes que las que se ven”.
9 Aunque, en honor a la verdad, me parece que su remoción fue un poco tardía.
10 Esa marcha se celebró el 1 de octubre del 2022, y Abel Martínez resultó electo candidato presidencial del PLD el 16 de octubre de ese mismo año.
11 Por eso y no por otra cosa a la sociedad dominicana le conmocionaron tanto las famosas declaraciones de Abel Martínez en el acto político celebrado en San Juan de la Maguana inmediatamente después de convertirse en el candidato presidencial del PLD (aquellas en las que dijo que RD no podía enemistarse con los Estados Unidos por ser nuestro primer socio comercial y el principal albergue de la diáspora dominicana).
12 En la tercera parte de este trabajo abordaré a profundidad la magistral cortina de humo que representó para el gobierno todo el tema “del canal”, de Haití y de la frontera.
Joan Jiménez, 24 de mayo del 2024