China lanza modalidad el «fiao social»… Y es para echarse a temblar

0
1384

El capítulo «Nosedive» de la tercera temporada del Black Mirror me impresionó especialmente cuando lo ví. Este capítulo describe una sociedad en la cual las redes sociales se vuelven perversas, hasta el punto de que todo ciudadano es inmediatamente puntuado por cada persona con la que interactúa, y en base a su calificación global tiene acceso a más o menos facilidades económicas, laborales y sociales.

Pero muchas veces lo distópico del presente se acaba convirtiendo en lo real del futuro. Y con lo exponencial de nuestro progreso socioeconómico, ese futuro se hace presente mucho más rápido que nuestra capacidad de reacción. En China «Nosedive» se está implementando como una forma de ranking y crédito social, y va a ser una poderosa herramienta del poder para controlar a su población y para distribuir los frutos de su socioeconomía selectiva y partidistamente.

«Nosedive» significa en inglés «caída en picado», y dicho capítulo narra las desgracias de una ciudadana que inicialmente tiene una gran reputación cibersocial, y una vida holgadamente acomodada gracias a ello. Pero una serie de acontecimientos casuales hacen que su ranking en las redes sociales se vaya poco a poco torciendo.

Una mala reacción inicial a un contratiempo en un viaje aéreo acaba desencadenando una espiral de puntuaciones negativas, que se retroalimentan cebándose con una protagonista que va mostrando cada vez su cara menos social cuanto más se hunde en las redes sociales. Al final, acaba por no tener suficiente «crédito social» para volar en avión, tiene también problemas con el autobús, y acaba con el autostop como último recurso por llegar a una boda de una amiga muy bien relacionada que puede catapultar de nuevo su relevancia cibersocial.

Pero nada acaba siendo como ella espera. Todo se le tuerce, y una sucesión de comportamientos desafortunados acaba hundiendo más y más su perfil social. Siente cómo la gente le rehuye, nadie se quiere relacionar con ella. Sus sueños de tener acceso a la vivienda de sus sueños descarrilan ante la pérdida de status social en las redes. Toda su vida se viene abajo, hasta acabar casi como una proscrita social, y todo por cómo su entorno le juzga de forma sumarísima por breves y efímeras interacciones.

Las redes sociales no son más que una herramienta puesta en manos de la sociedad, y en ultima instancia, de los usuarios. No han hecho sino de mero catalizador de problemas que hace tiempo que están pudriendo las bases de nuestra sociedad cuan cáncer. Desde hace años les escribo sobre la creciente y escandalosa falta de ética en nuestro mundo y en nuestras empresas, y acerca de todo lo que ello puede acabar implicando socioeconómicamente.

El interés, el egoísmo, las apariencias, e incluso la sed de venganza y la crueldad, a menudo se maquillan burdamente para no sufrir el aislamiento social, pero conforme pasan los años y se tienen más comportamientos de referencia para evaluar a nuestro entorno, más aterra ver la despersonalización general a la que nuestras socioeconomías están llegando. Y el tema es mucho más serio de lo que parece, no crean que se trata simplemente de adaptarse a un nuevo patrón de comportamiento social. No lo tildaría ni de comportamiento, sino de simple y llano anticomportamiento.

Ciertamente, lo inhumano de nuestro mundo puede acabar haciéndolo tan inhóspito que se vuelva inhabitable incluso para los propios depredadores sociales. El cortoplacismo y la instantaneidad de los que tantas veces les he hablado siempre han estado ahí más patentes que latentes, y es con las redes sociales con lo que su capacidad de influencia sobre nuestro entorno socioeconómico, a la hora de dibujar el futuro en el que viviremos, es cada vez más rápida y decisiva.